Mi hombre de mirada seria, ya estás en camino; aquí te aguardo. No soy como tú, de verbo ágil y verso colorido, y aunque mi palabra es clara, tú pones sobre todas las cosas tu propio acento.
Hasta con mi madre lo hiciste, que no sentía aprecio alguno por ti. No le gustabas. ¿Lo recuerdas? Se hacía cruces imaginándome con un hombre que se ganaba la vida escribiendo versos, un hombre de pueblo, ¡qué horror! Ella que incluso me había buscado pretendiente…
Tú no desistías. Me rondabas haciendo que tu rostro siempre estuviese presente en mi pensamiento. Y entre estudios, idas y venidas, nuestro amor fue más fuerte que todos los berrinches de mi madre y todas las adversidades; y tu tesón pudo más que mi nulo afán de protagonismo. Además, Tagore fue el culpable, ¡bendita culpa!, de hacerse pública nuestra relación. Yo traducía, tú ponías lirismo a mis palabras, y desde entonces se enlazaron nuestras letras, nuestras vidas, nuestras almas…
Mi hombre de mirada seria… ya no sólo era compartir las mismas inquietudes, también las mismas pasiones, y los mismos latidos de dos cuerpos en un solo corazón. Mas tu corazón también ama profundamente las raíces y el pueblo que te vio nacer: Moguer. Me enseñaste a quererlo, a verte en cada calle empedrada, en cada esquina serpenteante, en cada balcón, hasta en los muros de la vieja iglesia… ¿Recuerdas la primera vez que lo visité? Tanto me involucré en ese mágico entorno, que viendo que no había escuela, improvisé una y estuve haciendo de maestra. ¡Qué recuerdos, amor mío! ¡Y qué jóvenes éramos! Nos ha pasado media vida por encima, y a ti un centenar de libros y poemas.
Pero me aflige ver tanta melancolía, tanta tristeza pernoctando en tu corazón. Advierto en tus ojos un vacío que no acierto a comprender ni a descifrar. ¿Qué te apena? Esos últimos versos escritos son cenicientos, mortecinos, con la desesperanza de vivir una vida que no deseas, y con la esperanza de un final cercano y breve. ¡Si pudiese hacer algo por ti! ¡Pero estamos demasiado lejos!… Sólo me queda esperarte como te espero, porque estás en camino, y no lo sabes.
En breve partirás, y estaremos otra vez juntos, mi hombre de mirada seria; de nuevo cuerpo con cuerpo. Aunque -ahora sí- se queden solos los pájaros cantando, con el pozo blanco y con el verde árbol.
Ana Mª Álvarez @