lunes, 21 de marzo de 2011

Decisión








Ausentemente,
como la luz velada de esas fotos
descoloridas por el beso de los años,
decadentes y agrietados,
se perfilan los recuerdos en mi historia.
Y no presiento más que un roce,
sólo un aleteo, aire cuajado;
lo que tanto esperé me llega inerte,
losa inerte, piedra inerte, beso, muerte...

Sé que nunca sabré dar ese paso,
escoger entre ambos elementos,
tierra y fuego, llama y hielo, calma, celos,
es la búsqueda de un mar en una estepa.
Porque no he de redimirme en tus poemas
como no he de perderme en tus pasiones,
Ni tú ni yo somos agua que nos sacie
mutuamente la inconsciencia conocida.
No uses llamas encendidas esta noche
que mi hoguera está prendida en otra estrella.
El lejano que se acerca y me remueve
el olvido que yacía levitante,
el cercano que construye hogar de lumbre
de esperanza corroída y no aguardada.

Si he de escoger, ya he escogido.
Y la luz revelará entre nuestros cuerpos
la explosión no visible en el pasado.
Si he de escoger, cojo tus manos,
mariposas que aletean en mis páramos,
intuirte cuando aún no están presentes
esos pasos que una vez oí de lejos.

Fuera de mi,
estoy etéreamente acariciada,
y niego hasta mi ausencia
con el cierto presumir de tu presencia.

Ana Mª Álvarez © 2002

viernes, 25 de febrero de 2011

Dedicatoria















Amor, en este libro que te entrego
de páginas en blanco y somnolientas,
te dejo el corazón, para que sientas
mi piel en cada hoja como un fuego.

Tan sólo unos poemas, no lo niego,
escritos para ti, sin darme cuenta;
llegaron como llega la tormenta
dejándome después paz y sosiego.

Amor, en este libro va mi vida
aún sin escribir, blanca y ajada,
extraña, polvorienta y dolorida.

Amor, ¡cúanto me das sin pedir nada!
curándome con versos mis heridas
y haciendo de mi noche una alborada.

Ana Mª Álvarez Barroso © 2004

sábado, 12 de febrero de 2011

Jueves















Otro jueves que pasa en el fiel calendario,
otra tarde de charla, de café, de sonrisas,
del juego de los niños, de la brisa en el rostro,
de miradas que hablan y de labios que callan.

Otra tarde de ocio en día de descanso,
compartiendo el instante sin preguntarnos nada,
quizá, íntimamente, deseando otro jueves
u otra tarde de asueto de un festivo cercano.

Pero ayer, ayer jueves, no fue un jueves cualquiera,
fue algo más que una tarde templada de febrero,
la inquieta presencia de un duende entre las manos,
fue cascabel sonoro que repica en el pecho.

Nunca una despedida unió tanto dos almas,
unió tanto dos cuerpos que apenas se rozaron.
Tus labios y los míos se encontraron, furtivos...
a la felicidad, hay que llamarla jueves.


Ana Mª Álvarez Barroso © 2011

domingo, 23 de enero de 2011

La barra de labios




















“En realidad no parece tan desagradable” –pensó Isabel cuando llegó con su pequeña maleta y el neceser en la mano.

Miró la habitación, algo desabrida, con un visillo blanco que tapaba únicamente el hueco de la ventana. Parecía uno de esos hoteles baratos en los cuales, si tiras con brusquedad de las cortinas, te quedas con ellas en las manos. Se asomó y tenía vistas a la zona ajardinada que pertenecía al centro. Dos camas individuales, con sus respectivas mesillas de noche, acondicionaban la estancia; sobre las cuales, unas colchas color verde agua eran el único toque de color en la sala. Isabel, sin decir nada, dejó la maleta en el suelo, y el neceser sobre la cama que estaba junto a la ventana. Tomó su bolso, lo abrió con parsimonia y, tras sacar un libro -como si hubiese hecho un conjuro invocando a todos los dioses- se recostó en la cama a leerlo.

Poco duró su tranquilidad. Empezó a escuchar voces por el pasillo.

-¿Cómo? ¿Sin decírmelo antes? ¿Sin mi permiso siquiera? ¡De ninguna manera pienso aguantarla!

Un huracán entró en la habitación, y con un golpe en la puerta sólo se escuchó la voz chillona de Ana.

-¿Quién narices eres tú, y qué haces en mi cama? ¡Vamos! ¡Levanta el pandero de ahí a la de “YA”!

Isabel, estupefacta, no podía articular palabra. Se levantó de la cama sin soltar el libro, se retiró hacia la ventana y preguntó con voz muy baja si ella era su compañera de cuarto. Y esa era la realidad, ese torbellino con voz de grillo sería la acompañante de sus días estivales. Mas la cosa pintaba fea, y esto sólo había hecho empezar. Así que retiró todo lo suyo y lo dispuso en la otra cama. Ana, aunque más joven, era la veterana y tenía derechos que ella no tenía, así que, de momento sólo podía “hacer mutis por el foro”.

Conforme pasaban los días, Isabel se iba adaptando al calor veraniego, a los nuevos compañeros, a Ana y sus berrinches. Le encantaba, sobre todo, la hora de gimnasia porque estaba notando que hacer ejercicio era algo que le sentaba muy bien, y nunca había cuidado demasiado su aspecto físico. De hecho, si estaba empezando a hacerlo era debido al fisioterapeuta que controlaba toda la tabla de actividades, un muchacho muy atractivo que las tenía a todas “locas”. Evidentemente, Isabel y Ana no iban a ser menos. Pero siendo compañeras de habitación, la probabilidad de disonancia entre estas dos bellas notas musicales era realmente alta. Tan alta que, de un día para otro, comenzó una guerra campal.

-“¿Dónde la has puesto? Has sido tú, seguro. Nadie ha podido entrar en la habitación más que tú. ¡Eres una víbora!” –increpa Isabel, con tono dolido y lloroso a su compañera.

-“¿Yo? No sé de qué me hablas. ¡Y no me insultes!”

-“¡Que me la des! ¡Quiero mi barrita de labios color coral! Me hace juego con la cinta del pelo…” –casi llorando- “¡Devuélvemela, es mía! ¡Ladrona!”

-“¿Robarte yo esa barra de labios? ¡Pero si tiene un color espantoso! Eso no conjunta ni con mi pijama viejo… Además, estás horrorosa con ella; Isabel, mejor que la hayas perdido.”

-“De horrorosa nada, que a Eloy le encanta como me queda. Siempre me lo dice cuando llegamos al gimnasio.”

-“Isabelita, hija, qué ilusa eres, te lo crees todo. ¿Pero todavía no te has dado cuenta que tú no le gustas?”

-“¿Cómo que no le gusto? Pero si es un primor conmigo, y es tan atento…”

-“Por eso mismo no le gustas, porque es atento; sólo te adula por cortesía. Quien le gusto soy yo”

-“Ni hablar, le gusto yo, ¿cómo le vas a gustar tú, delgaducha?”

-“¡Ja! Le gusto yo, desengáñate”

-“¡No, no, y no! ¡Le gusto yo!”

Le gusto yo, le gusto yo, le gusto yo… y así los gritos fueron aumentando, y ensordeciendo todo el pabellón, hasta que momentáneamente irrumpió un responsable del centro en la habitación de ambas.

-“Buenas tardes, ¿se puede saber a qué se debe esta algarabía?”

-“Muy sencillo, Ana me ha robado mi barra de labios, y …”

-El responsable interrumpe a Isabel “¿Pero os parece bonito a vuestra edad? Señoras mayores, ochentonas, pasando el verano en una residencia ¿y peleando por una mísera barra de labios? Vamos, Ana, si la tienes, devuélvesela, y si no, dejaos de bobadas, que parecéis quinceañeras. ¡Por Dios! Que ya sois mayorcitas, os la prestáis, y santas pascuas. No es tan difícil convivir y llevarse bien, ¡vamos, digo yo! Espero que una situación como esta no vuelva a repetirse más.”

Isabel, consternada, cogió su libro, miró a Ana fijamente a los ojos como si quisiese atravesarla, con el expreso deseo de leer su pensamiento intentando adivinar el escondite secreto donde tenía su mayor tesoro: su lapiz labial. Mas como no cabía esa posibilidad, no tuvo otra alternativa que salir del habitáculo que compartían, ya que sólo podría sentir alivio estrangulándola, y sus manos de anciana no poseían la fuerza suficiente para ello.

Mientras tanto, Ana quedó en silencio. Tras ver salir a Isabel de la habitación, se asomó a la ventana y la vio leyendo en uno de los bancos de hierro del jardín. Segura de su soledad se sentó en la cama, abrió el cajón de la mesilla, cogió un espejito de bolso y, escondida debajo de las sábanas, estaba el lápiz labial de Isabel. Se miró al espejo, se pintó los labios, y en su rostro lleno de arrugas se dibujó una pícara sonrisa.


Ana Mª Álvarez Barroso © 2009

viernes, 7 de enero de 2011

Todo él





















Su voz, cristal tallado,
rasgada por las fauces de la doliente vida
embelesa mis tardes
con lunas que reservo para mis negras noches..

Sus ojos, maremoto,
serenan mis temores, acarician mi rostro,
y perfilan mis labios
con un pincel de olas dormido en su mirada.

Sus manos alargadas
me rozan sin rozarme, escribiendo en el aire
un poema sin nombre
que alberga una esperanza, destilando ilusiones.

Su corazón inmenso
derrama una cascada de pasiones ocultas.
Mas temo la corriente
que poderosamente me arrastra hasta su cuerpo.

Su ausencia y su presencia
que siempre me acompañan como sombra difusa,
enturbian mis sentidos,
llevándome hasta el río donde se asoma el puente.

Ana Mª Álvarez © 2004

viernes, 24 de diciembre de 2010

sábado, 18 de diciembre de 2010

Balance



















Llega de nuevo Diciembre, el mes que contiene más olores, sabores y recuerdos del año. Ese mes en el que todos hacemos propósitos para el año que se avecina, y que casi nunca, por no decir nunca, cumplimos al adentrarnos en él. Diciembre, frío y con olor a castañas asadas en las calles, con niños de la mano de sus padres a la espera de entrar a ver un portal de Belén, a la espera de un Papá Noel que no nos corresponde pues nuestra costumbre siempre ha sido esperar a esos tres Reyes Magos que, en la madrugada del 5 al 6 de enero, nos dejaban los juguetes, regalos e ilusiones en el salón de nuestra casa, o debajo del árbol, o a los pies de la cama.

Mes de añoranzas, en los que todos echamos de menos a ese alguien especial que ya no está, y que nos enseñó a saborear el verdadero sentido de la Navidad.

Yo solía mirar cómo mi madre adornaba el arbolito que solíamos poner en el salón. Lo hacía con esmero, como sólo ella sabía hacerlo; poner los corchos del Belén, pegar estrellas de papel de plata en un cielo repetitivamente azul que pegaba con chinchetas o cinta adhesiva, y colocar las figuritas delicadamente, dejándonos acercar cada día un poco más los tres Reyes al Pesebre, para así anunciarnos la llegada de estos a nuestra casa.

Ahora que ella no está y se avecinan las fiestas, me invade la melancolía y la tristeza; no podrá disfrutar de su primera nieta, mi pequeña princesa, la cual pasará sus primeras Navidades a mi lado. Ella es el mejor regalo que la vida me ha entregado. La miro y es como el Mesías del Portal, dulce, tierna, frágil, y rebosante de amor y bondad.

Ahora que mi madre no está, yo seguiré sus enseñanzas y repetiré todos aquellos recuerdos dulcísimos que me abordan a borbotones con el cercano olor a mazapán y turrón, y mi hija irá atesorando las vivencias que yo le ofrezca para, en un futuro, añorarlas como yo las añoro ahora y, a su vez, repetirlas con sus hijos.

Llega de nuevo diciembre, la Navidad, y con ella, un año que se va...


Sí, el año se va...

Nunca me han gustado los balances, tal vez por mi arraigado amor a las letras y odio a los números, tal vez porque repasar lo pasado, implica recordar no sólo lo bueno, sino también lo malo, traer a tu presente lo que no puedes cambiar, ni borrar, ni deshacer, pero sí evitar en un futuro.

Se va el año... este año 2010 que me ha traído tantas cosas y tantas que se ha llevado; llegó sin avisar, como todos los días llegan, como van llegando todos los años,

como igualmente se van, llevándose con ellos miles de sensaciones, dejándonos tan sólo el sabor de algo que ya no nos pertenece. Y somos tan absurdos que lo festejamos, nos reunimos familiares y amigos para comer como si nunca lo hubiésemos hecho, nos vestimos de fiesta, nos maquillamos de risa, con coloretes de alegría y falsedad, para dar paso a otro nuevo año incierto, con una agenda plagada de buenos deseos, de propósitos y de sueños que tal vez no lleguemos a materializar, pero que nos mantienen con esperanzas.

Otro año absurdo, donde volveremos a hacer balance del anterior, recordando los "debe" de cariño y los "haber" de desidia y egoísmo. Absurdos... como las fechas, como los calendarios, como los días tachados, los domingos en los que no descansas, los festivos que nunca compartes...

Se va el año, este año que me ha traído dolor, soledad, desorden y desapego...

pero que a su vez me ha permitido confirmar que la distancia no es un abismo que separa los corazones de las personas que se quieren, de los amigos que te recuerdan; que me ha envuelto en el calor de mi familia, que me ha permitido volver a estar cerca de mis verdaderos amigos. También me ha traído el amor: amor de madre, amor que me inunda y me convierte en la persona más plena del universo; un amor indescriptible e inigualable que nada ni nadie podrá superar.

Sí, se va el año… y se llevará consigo mi otro yo, el que calló y sufrió, el que dormía con lágrimas y despertaba ajado, el que –aún estando acompañado- estaba solo, el que no recibió el amor que esperaba haber recibido aún a sabiendas que no se puede sembrar en tierra baldía porque nada recibirás de ella.

Llegará el 2011, y lo esperaré con mi pequeñina en brazos, con uvas, con alguna prenda roja, y un anillo de oro o una lenteja dentro de mi copa, engañando a la superstición con la mentira de creerla.

Y la nueva agenda está en blanco, porque los deseos no pueden ser escritos con tinta roja, ni te los recordará un marca páginas cuando llegue el momento de realizarlos. Yacen en el aire, dormitando, o tal vez non natos y sin forma. No los vemos, pero los presentimos, casi los palpamos cuando pensamos en ellos...

Por fin se va el año, año viejo, hacia el arcón del pasado, para algunos siempre entreabierto, para otros cerrado a cal y canto.

Adiós Diciembre. Adiós a este año que casi se despide. Éste año que no empecé a vivir hasta que sentí a mi hija en mis brazos, hasta que no comencé una nueva vida lejos del pasado, hasta que no he vuelto a ser yo misma. Año que no he vivido, pero que sí he sentido.

Ana Mª Álvarez © 2010

jueves, 16 de diciembre de 2010

La espera













En esta soledad de hotel vacío
con muros rezumantes de tristeza,
donde no existe indicio de belleza,
me sumo en mi silencio con hastío.

La espera es lo que torna en desvarío
el halo que tu abrazo despereza;
el sabor de tus besos, la nobleza
de tus ojos mirándose en los míos.

No es pecado, ni infamia, ni delito
quererte. Y de quererte tengo un grito
que mudo se ha quedado aquí en mi pecho.

Vacío está este hotel, triste y maldito,
ansioso de tornarse en infinito
de estrellas que nos cubran en su lecho.

Ana Mª Álvarez @ 2004

jueves, 25 de noviembre de 2010

Día Mundial contra la Violencia de Género (II)

Caracteristicas del maltratador y su comportamiento

  • Posiblemente fue víctima de abuso en su niñez, o lo ha presenciado en su familia.
  • Tiene un temperamento explosivo que se activa con pequeñas frustraciones o argumentos.
  • Son extremadamente posesivos-as y envidiosos-as. Poseen un deseo intenso de controlar a sus parejas.
  • Su sentimiento de poder depende de la dependencia de la su pareja hacia ellos. Sólo se siente bien si su pareja es completamente sumisa y dependiente.
  • Tienen relaciones superficiales con los demás. Su relación principal, si no exclusiva, es con su pareja.
  • Tienen baja autoestima.
  • Tiene expectativas inamovibles acerca de las relaciones de pareja y no tolerará menos. Espera de la pareja que se comporte de acuerdo con sus expectativas o su idea de cómo una esposa o esposo debiera ser, en ocasiones como fue por parte de sus padres, o justo lo contrario. Exige que su pareja cambie para acomodarse a sus expectativas.
  • Tiene una gran capacidad para creerse sus propias mentiras.
  • Proyecta toda la culpabilidad de su relación sobre su pareja:. No se enfadaría si su pareja hiciese lo que se espera de ella. Si algo sale mal es por culpa del otro, que seguramente lo provocó intencionalmente y planea contra él o ella. Nunca aceptará asesoramiento pues el problema no tiene nada que ver con su persona. O puede que acepte asesoramiento pero a la hora de la verdad la evita y pone excusas para no recibirlo. Tampoco quiere que la otra parte reciba asesoramiento porque según su razonamiento su problema se solucionaría si volviesen a estar juntos.
  • Puede ser descrita como una persona que tiene doble personalidad. O es encantador-ra o extremadamente cruel.
  • Es o muy egoísta o muy generoso-a, dependiendo de su estado de ánimo o de quién esté presente.
  • Una de las mayores características de los abusadores-ras es su gran capacidad para engañar a otros. Puede aparentar ser una persona calmada, encantadora, y muy educada. De ahí que muchas veces cuenta incluso con el apoyo de la familia de la víctima.
Fuente: Maltrato y violencia