jueves, 28 de mayo de 2009

CUANDO TE HAGO EL AMOR




















Cuando te hago el amor
se despierta en mis manos una paloma blanca
que vuela por tu cuerpo, recorriendo tu espalda,
que surca por tus hombros, y besando tu cuello
se enreda en tu cabello.

Cuando te hago el amor
se me inflama en el pecho un volcán, una hoguera,
ardo en cada caricia, y me enciendo completa
y circundo tu cuerpo con mis brazos y piernas
y en mi centro gobiernas.

Cuando te hago el amor
se estremecen mis poros, mi piel y mi voz tibia,
te recibo sedienta, ahondas en mi enigma,
derramas mil sonetos en mi lecho florido,
me convierto en latido.

Cuando te hago el amor
nuestros cuerpos se vuelven engranaje perfecto,
comunión de dos almas, melodía de ensueño,
la nota, el pentagrama, un puzzle de dos piezas
donde acabo y empiezas.

Cuando te hago el amor siento que nace
una rosa encarnada en mis entrañas.

Ana Mª Álvarez ©

sábado, 23 de mayo de 2009

HE DE IRME

He de irme...
y sé que clavarás tus ojos
como dardos en los míos,
encriptando algún te quiero
con tus pestañas caídas;
y no podré quedarme
para beber ese llanto,
ese, ese que escondes
y que mojó aquella arena.
Tendré que irme
inventando algún fracaso
y haciendo que sangre tu alma,
pensarás que he sido injusta.
Me iré, sí,
diciendo que no te amo,
y que no supe amar nunca,
que mi cariño fue un fraude.
Sí, amor, he de marcharme,
me iré porque te amo demasiado,
tanto dar parece poco al darlo todo,
y me voy
porque no quiero que lo sepas...


Ana Mª Álvarez ©

jueves, 21 de mayo de 2009

LA SEDUCCIÓN, EL TIEMPO Y EL ABURRIMIENTO


LA SEDU
CCIÓN y EL TIEMPO

No hay nada más embriagador que conocer a alguien y sentir ese feeling indescriptible e imposible de definir. Así llegan a cometer grandes locuras muchas parejas. Encuentros donde las miradas hablan sin necesidad de palabras, las pestañas abanican el entorno perfumándolo todo con un aroma intenso y sensual, los labios perfilan cada frase con la fragilidad de una pluma... cada movimiento es un cántico al acercamiento, una evocación al roce, una provocación sutil.

Cada día que pasa acrecienta el deseo, aumenta las ganas de volver a encontrar frente a frente esa mirada que te embaucó, esa silueta que a contraluz puedes dibujar con los ojos cerrados, esas manos que quisieras no soltar mientras haces un paseo por el mapamundi de su cuerpo. El juego del erotismo. Y un nuevo encuentro anhelado. Los suaves roces al cruzar las piernas, hablar al oído del otro jugueteando un poco rozando el cabello y la piel del rostro...

Todo esto no deja de ser el arte de seducir, de jugar al erotismo y a la sensualidad, al brillo de los sentidos y a desplegar todas las artes para que éstos se despierten. Unido al tiempo, a la espera, a los encuentros y desencuentros, al cuerpo a cuerpo, y al grado de afinidad y compenetración que se vaya creando entre las dos personas, los sentimientos irán sometiéndose progresivamente a un cambio; un proceso tan sumamente imperceptible que, cuando se es consciente de ello, no tiene remedio ni vuelta atrás.


EL TIEMPO y EL ABURRIMIENTO

¡Maravilloso! Hemos logrado nuestras pesquisas. Tenemos a nuestro lado al ser más maravilloso de la tierra, al más sublime. Días enteros para arrullos, mimos, hacer el amor hasta la saciedad, charlas, salidas y entradas juntos... ir de compras, hacer la comida, limpiar el baño cuando el otro lo ensucia, quitar el sujetador de ella de los pies de la cama por la mañana tras hacer el amor por la noche, quitar los calcetines sucios de él metidos dentro de los zapatos, sacar al perro...

Las cosas empiezan a cambiar, pero ¿a causa de qué? ¿la convivencia? ¿la rutina? ¿el tiempo? Quizá la seguridad de saber que esa persona la tenemos siempre ahí nos hace sentir confiados, tranquilos y despreocupados, dejamos que el TIEMPO nos coma el terreno, y no se lo dedicamos al otro/a. ¿O acaso no es cierto que cuando al llegar a casa después del trabajo, ella pone la excusa del cansancio y prefiere ver cualquier serie boba, en lugar de ponerse un vestido sexy y salir a tomar esa copa que a él le apetece tanto tomarse con ella? ¿Y a que él entra en casa diciendo que ha tenido un mal día, se enfrasca en el ordenador a jugar un solitario o similar, en lugar de acercarse a su chica y hacerle esos mimos que tantas veces solía hacerle sentados en el sofá, mientras se contaban las cosas del día y del trabajo?

Al final todos podemos ser una de esas tantas parejas aburridas que vemos en miles de terrazas de verano, uno junto al otro, con las miradas ausentes, cada cual en su mundo como si fuesen extraños, en vidas perpendiculares (que no paralelas). Quizá por eso existan los amantes, porque ponen ese punto de locura y pasión, de feeling inicial que ya no se tiene. Quizá por eso hay personas que cambian frecuentemente de pareja, porque en cuanto se acaba la pasión y el fuego, necesitan una nueva chispa. Quizá, y hablo en general, porque en ningún momento estoy personalizando el tema, somos egoístas, y no somos capaces de tolerar las dificultades que nos impone la vida.

A lo bueno nos apuntamos todos, a lo hermoso, a lo excitante, a lo que nos hace estremecer, a todo lo que acelera nuestro corazón, lo que nos pone a mil, lo que nos hace sentir vivos; pero rehuimos de los compromisos, de las responsabilidades, de aceptar no sólo lo bueno sino también lo malo de las cosas, la cara y la cruz de la moneda. Y el tiempo, esa carta que a veces juega a nuestro favor y otras en contra, no deja de ser un aliado y una fuente de sabiduría de la que siempre deberíamos beber, porque sin tiempo nunca habríamos llegado donde justo estamos en este momento para poder mirar hacia atrás. Y eso significa que hemos vivido, acertando o errando.

No caigamos en uno de los mayores errores: la DESIDIA y el ABURRIMIENTO, ya que son el verdadero cáncer de cualquier relación.

Quizá el lema sería: Un pellizco de seducción a tiempo, evita el aburrimiento.

Ana Mª Álvarez ©

martes, 19 de mayo de 2009

NO SERÁ ESTA NOCHE...


No será esta noche,
ni mañana. Atardecida
ha de estar la tarde,
quejumbrosa y agrietada,
para que el silbido
de este céfiro indiscreto
murmure a escondidas
lo que pronto ha de saberse.
No será esta noche
cuando emerjan los presagios,
Llueve demasiado,
no ha cesado el tintineo.
Prefiero el silencio
como eterna sinfonía,
corta despedida
de un ocaso que se acerca.
No será esta noche,
ni mañana, cuando muera.
No será esta noche.
No será. Sigue lloviendo...

Ana Mª Álvarez ©

lunes, 18 de mayo de 2009

NO PUEDO DARTE

No puedo darte nada porque nada poseo.
Amé tanto una vez, que por dar, lo di todo...
Sólo tengo un vacío que me llena por dentro
y que enturbia mis noches vacías de caricias.

No puedo darte nada porque mis manos rotas
no sostienen en ellas ni el amor ni el olvido,
son un cesto de mimbre de donde escapa el agua
convertida en desdicha, y me anega, y me ahoga.

No puedo darte nada. Y no porque me niegue
o ponga cortapisas a nuevos horizontes.
Aún tengo cicatrices, hay heridas abiertas;
no sé cómo se ama, lo olvidé al desangrarme.

No puedo darte nada. Mis labios temblorosos
aún arden con el roce de los tuyos, puñales.
Sólo puedo entregarte mi rostro en los espejos
y mi alma vacía para que tú la llenes.

Ana Mª Álvarez ©

miércoles, 13 de mayo de 2009

LA NOCHE ME CONOCE

Que la noche me conoce
como a la palma de su mano,
esa que aprisiona mi garganta
ahogando el desgarro de mis miedos.

Que la noche siempre es noche,
herida abierta, sangre cuajada,
cama vacía,
lecho,
sudario...
muerte.

Estranguladora noche, siempre mía,
huella etérea de mis propios pasos,
de mis propias manos, que ni yo conozco,
-ni siquiera conozco a mis fantasmas-.
Que la noche me conoce
y me llama por mi nombre.

...Para mi soy una extraña
sin rayas en la palma de las manos.

Ana Mª Álvarez ©

domingo, 10 de mayo de 2009

ME HACES TANTA FALTA...

Si pudieras verme, observar mis actos,
contemplar por dentro la cúpula inmensa
de amor que refleja todo mi futuro,
de amor que me impulsa, que me fortalece.

Si pudieras darme tu mano amorosa,
caminar conmigo asida a mi brazo,
comentar ideas, suspiros, nostalgias,
amueblar mi alma, mi casa, mi vida.

Pero no te tengo, y vago perdida,
atada a un recuerdo que a veces parece
timón que no manda, barco sin amarres,
capitana ausente, balsa a la deriva.

Si pudiera verme... ¡Ay si te tuviera!

Si pudieras ser, como antes, compinche,
mi gran diccionario siempre con respuestas,
mi objeto de dicha, mi fiel compañera,
el suave pañuelo que secó mi llanto.

Si pudieras ver cómo adorno mi casa,
mi futura vida... Y hago de memoria
aquello que un día aprendí observando
tus manos de artista, sutil tejedora.

Pero no te tengo para que me digas:
"Eres un compendio de bellas virtudes,
hija, tienes todo lo que un hombre adora,
todo va a salirte tal como deseas".

¡Ay si te tuviera! Me haces tanta falta
que tapo tu ausencia con imitaciones
de tu ser, tu alma, de tus pensamientos.
Ojalá sea orgullo lo que por mi sientas.

Me haces tanta falta...
Madre ¡Ay si me vieras!
(10-05-1946/20-05-2008)

Ana Mª Álvarez ©

NO PUDE MORIR

No, no pude morir aquella noche,
y aunque buscaba la manera más precisa,
sólo hallé de tus manos el trasiego
de sentirlas enredadas en mi cuello.
No pude... quise morir, pero no pude,
abandonada al arma ingrata de tus labios,
acuchillada por tus besos asesinos,
tan sólo pude desangrarme en mis verdades.
Y nuestros cuerpos se empaparon de delirios,
y los delirios se empaparon de silencios,
con el silencio apuñalaste mi esperanza...
con la esperanza se rompieron los espejos.
Y quise, amortajada de caricias,
hallar en ti la parte mía que no poseo,
y aún sabiendo que moriría si no la hallaba
te di mi muerte...
y me ofreciste tu vida.

Ana Mª Álvarez ©

miércoles, 29 de abril de 2009

EL SOL

Guiña sus ojos, dándome los buenos días,
amanece suave, tierna, dulcemente,
el sol radiante como una extraña carpa
se extiende sobre la tierra adormecida.
Descubre lágrimas de luna entre las flores,
desgrana cantos misteriosos de jilgueros
y me despierta con sus brazos amarillos
para que nazca de nuevo en este mundo.
El sol es hombre, robusto y aguerrido,
que me posee cada mañana, mientras duermo,
me mordisquea con sus labios caldeados
y calienta mis escarchadas sábanas.
Si como a un reo me permitiesen un deseo
tal vez pidiese morir amaneciendo,
para llevarme en mi viaje sin retorno
el beso eterno del sol sobre mi rostro.

Ana Mª Álvarez ©

sábado, 25 de abril de 2009

BESO...

Allá a lo lejos,
como una sombra inmóvil,
te vi imbuido en el silencio,
impregnándote de los árboles naranjas
y de los detalles inapreciables a otros ojos.
Donde la noche se hace noche
y la luna ventana abierta,
donde el azúcar no es más
que un insignificante aderezo
comparado con las esquinas romas
y desgastadas de aquel verde asiento.
Columna pulida por mil manos
en movimientos simétricamente circulares;
secretos que evocan olvidos,
olvidos que recuerdan nostalgias
de besos perdidos, de almas inertes,
de pétalos de rosas en un mar de sangre,
de piel entumecida en cavernas heladas,
de tortugas mágicas, deseos concedidos...
Extraña danza de palabras sin eco,
sólo una leve música casi inapreciable,
circulando viciosamente sin principio ni fin.
Esquivas miradas, párpados caídos,
lenguaje mudo de gestos inexplicables,
y un dulce sabor a noches soñadas
-que no vividas como vivimos ésta-
cálida como sábana de seda,
como tus manos en mi rostro,
como aquel armonioso abrazo,
y tu fugaz beso...

Ana Mª Álvarez ©

sábado, 18 de abril de 2009

RECUERDOS de "LA HORA DEL TÉ" (2)

Diploma de Finalista

RECUERDOS de "LA HORA DEL TÉ"

Jurado y finalistas del IV Certamen de Narrativa Breve Canal-Literatura



Mª Luisa Núñez (Haddas), Cármen Posadas (Jurado) y una servidora.

LA HORA DEL TÉ (RELATO)

"Y con la amarga caricia de su última mirada, regresó despacio, dejando atrás el andén, hacia un camino nuevo e insospechado que ni siquiera él, con sus propias mentiras, podría volver a reinventar. FIN”

Como dirían los ingleses, es La hora del té. Marta Garcés pasa suavemente sus dedos sobre el teclado y mira fijamente la pantalla. Comienza a imprimir la novela que durante tanto tiempo ha estado creando en su interior y que por fin tiene forma. Esos personajes etéreos, volátiles, que al principio sólo eran barro, tristes figuras amorfas, y ahora, ¡al fin existen! Ya tienen vida propia, ya son seres reales, ya subsisten por sí mismos, son libres. Otra maravilla terminada. Meses de esfuerzo y tesón, sentimientos volcados en miles de palabras. Y todo ese lote de folios lo clama en silencio, con la grandeza de las cosas inanimadas, con esa voz imperceptible de los objetos inertes que, justo cuando volvemos la cabeza hacia otro lado, nos susurran mientras de soslayo nos miran. Con la misma mirada que su protagonista lleva clavada en el alma cuando finaliza la novela dando comienzo su nueva vida. Con la misma mirada que Marta observa su creación y mira el presente y lo venidero. Con la misma mirada penetrante que Eduardo lanza a Marta desde la puerta del gabinete y que no tiene más que un significado, uno, y sólo ella conoce.

Ha anochecido bruscamente sobre el corazón de Marta. Sabe demasiado bien lo que ha de suceder pues siempre es lo mismo, sabe cuál es su don y su castigo, cuál su arma y su talón de Aquiles, y tras su parto, sabe que le arrebatarán su hijo como a soltera de familia adinerada, al igual que acontecía en tiempos pretéritos no tan distantes, para entregarlo a otras manos que no son las suyas. Un sudor frío comienza a recorrer su frente, un temblor el cuerpo, una inquietud el corazón. Se levanta apresuradamente intentando poner en orden todos sus pensamientos, diciéndose que no sucederá otra vez. Pero antes de recoger los folios para poder siquiera acariciarlos, Eduardo los hace suyos, los cuadra y alinea, y sale de la habitación con ellos, con aire petulante, cerrando la puerta de un golpe. Marta se queda allí, inmóvil, sintiéndose más que una esposa, una simple secretaria. La hora del té se ha vuelto amarga.

Eduardo Baquerizo, su esposo, siempre se encarga de todo, él y el asesor, José María Castellón. Cada vez que Marta escribe algo, comienza la secuencia: hay que pensar en los certámenes en vigor, eso sí, los más renombrados, porque el nivel y la calidad literaria que posee son elevadísimos, y no se puede perder el tiempo en concursos de segunda fila. Hay que optar por los importantes, los de prestigio. Y esta novela, tiene trazas de ser la mejor obra de Marta. José María posee una gran visión literaria, años de experiencia lo avalan y grandes editoriales a sus espaldas. Pero su amor por el dinero le convirtió hace décadas en un ser demasiado miserable como para considerarle de esos amigos que se cuentan con los dedos de una mano. De todas formas, Eduardo tiene fe ciega en él y cree que La hora del té será un éxito rotundo.

Los candelabros juegan una danza imperceptible mientras la mirada de Marta se pierde a través de los cristales del comedor. Busca, quizá, un horizonte donde posar un nuevo personaje y darle alas, o un título para su próximo relato, o acaso su mente sólo está en blanco… Vuelve los ojos hacia el cenicero y encuentra su cigarrillo consumido. Cenizas y una colilla humeante que le recuerdan lo fútil de la existencia. Su novela no ganará ningún premio y ella lo sabe, no aparecerá su nombre, ni recogerá ningún trofeo. Se siente dolorida, exhausta, con la extraña sensación de haber perdido algo muy suyo y que jamás va a volver a recuperar. ¿Vale la pena tanto esfuerzo y dedicación en cada línea? Tras cada obra llena de genialidad siempre la persiguen el sufrimiento y el dolor, el desarraigo y el profundo desamparo de la tristeza. Las lágrimas resbalan brillando cual crisoles y no las puede contener, aunque tampoco hace nada por controlar su llanto silencioso y desvalido. No quiere saber nada de lo que se cuece a sus espaldas, pues conoce el fin y los medios. Es consciente de todo: no habrá premio, ni fallo a favor, ni saldrá su nombre en la prensa, ni le darán reconocimiento alguno. Su esfuerzo será en vano. Si las lágrimas no fuesen incoloras, su vestido ya llevaría largo rato color carmesí.

Han transcurrido varios días de revuelo buscando entre revistas, periódicos, anotaciones de páginas de Internet y direcciones diversas. Alea iacta est. Eduardo y José María, al igual que dos cazadores furtivos que, agazapados tras los matorrales, han hecho diana a su presa prohibida, saborean el placer de lo profano descorchando una de esas botellas que sólo se abren en momentos especiales ¿y por qué no ahora? Carcajeaban como dos perturbados, haciendo cábalas, gritando a pleno pulmón que La hora del té va a ser un best-seller y que Marta es una artista. Este año hay una nueva convocatoria más importante si cabe que ninguna, el Premio Atlante, con una dotación económica tan sumamente fuerte que resulta impronunciable, sin dejar atrás la importancia literaria y la influencia mediática.

“Bruma”, la perra, refunfuña y ladra siempre que un desconocido ronda la puerta, regocijándose de hacer bien su papel de guardiana del hogar. Esta vez es el cartero. Eduardo sale a recoger el correo y lo examina presurosamente para ver si hay algo más importante que recibos y notificaciones bancarias. Y esta vez sí, por fin ha llegado lo que tanto ansiaba, una carta con membrete del Premio Nacional Atlante, posiblemente con la noticia de estar La hora del té entre los finalistas, de asistir a la cena de gala, de presenciar el momento en el que el jurado pronuncie el nombre de los afortunados. Al menos tiene la esperanza de que ese sea el contenido del sobre, pues no tendría sentido que le escribiesen diciendo lo contrario.

Marta no cabe en sí de gozo, ¡su novela finalista! ¡Qué gran sorpresa! Posiblemente en esta ocasión su deseo se haga realidad y su sueño tangible. Ahora da comienzo una cuenta atrás de cinco días, para el esperado acontecimiento en los salones del hotel Gran Emperador Augusto, célebre por los eventos literarios que se dan lugar en él, y al que habrá de asistir con Eduardo, pues éste siempre le impone ser su acompañante. Ciertamente abriga la esperanza de ganar ese premio porque sabe que la novela lo vale, que los personajes, esos hijos nacidos de su imaginación poseen vida por sí mismos, no son sólo letras sino seres humanos encarcelados en una encuadernación, cual flores que se guardan entre las hojas de un libro, con apariencia ajada y la esencia de un pasado fresco y oloroso. Apenas cinco días para imaginar el momento, para saborear el anhelado instante...

“Y el ganador del primer premio es para el libro La hora del té…” Sólo unos segundos bastan para que el corazón de Marta se acelere como un corcel trotando por praderas infinitas. “…presentado con el seudónimo «Marta Garcés» cuyo autor es don Eduardo Baquerizo. Hace entrega del premio el Ministro de Cultura Excmo. Sr. …”. No da crédito a lo que oye. Su libro ganador y su nombre como seudónimo. ¡Dios, otra vez no! Un inmenso dolor le traspasa el pecho cual daga emponzoñada. Ahora su corazón ha dejado de latir. Marta advierte en el aire la desintegración de todos sus personajes, siente cómo se difuminan y mueren, mueren como ella ha muerto nuevamente, quedándose huérfanos de madre al igual que sus otros hijos imaginarios. Eduardo siempre le robará todo lo que escriba porque sus novelas nunca tuvieron éxito y no soporta el talento de ella frente a su mediocridad literaria. José María, el asesor literario, ahora comenzará su labor para hacer de las suyas y convertir La hora del té en ejemplar indispensable en librerías y centros comerciales. Y Eduardo, a su vez, seguirá humillando a Marta, porque jamás será capaz de reconocer su envidia. Por eso la amedrenta, enclaustra y suplanta, por eso recoge uno y mil premios que no le corresponden, como antes hicieron tantos escritores con grandes mujeres a la sombra de su pluma.

Y por eso Marta, sentada, observando su instante sustraído, jamás sabrá qué hubiese podido sentir en lo mas profundo de su ser, si hubiesen pronunciado su nombre, si hubiese subido al estrado a recoger el premio. Y en cambio ahora sólo le queda volver a la oscuridad, y llorar lágrimas amargas, tan amargas como la impotencia de no poderse reinventar.

Ana Mª Álvarez ©

domingo, 12 de abril de 2009

CITA CON LA ESPERANZA

Te aguardo esta noche, esperanza,
para herirte hasta desangrarte,
deshojarte -maleza de versos-
como árboles caducos en otoño.
Porque hasta el tronco de mi cuerpo
rezuma la resina de tu agravio,
antojado en engañarme
con el devaneo de tus promesas.

Convertirte en alfombra

para pisar y pasar de largo
el camino bifurcado ante mis ojos.
Y mis ojos
perdidos en el incierto infinito,
en el lejano horizonte
de esta tentativa consternada.

No hay esperanzas...
morirán al escoger este sendero,
el que me aparte de ti, o de él,
o de mí misma, de mi vida derramada,
esparcidos retales hilvanados
a un pasado añorado, color sepia.

Te aguardo, esperanza, en la penumbra,
para coserte a mis pies como una sombra,
y distraer el absurdo pensamiento
de añorar el camino abandonado.

Ana Mª Álvarez ©

sábado, 4 de abril de 2009

RECUERDO OCULTO

He visto tu mirada perdida en el ocaso,
con ínfimos destellos de lágrimas de ayer;
quisiera preguntarte qué guardas receloso,
más muero de tristeza si fuera otra mujer.

¿Acaso la quisiste? ¿Tan profundo y tan hondo
fue aquel cariño triste que te hace recordar?
Si pudiese borrarla de tu fiel pensamiento
con un solo suspiro... Comienzo a suspirar,

¿Acaso ella te amaba como no te amó nadie?
¿Acaso no te amo con locura y pasión?
Mas tú sellas los labios y una lágrima asoma.
Si yo fuese el recuerdo...
y el recuerdo era yo.

Ana Mª Álvarez ©

jueves, 2 de abril de 2009

NO ME HAS PERDIDO

Te he llevado hasta el recóndito agujero
donde presumo retener mis desvaríos,
y desnuda la certeza de tenerte
a carbón he dibujado mis deseos.
Vino dulce, entreteniendo la mirada,
los destellos que de lejos no llegaron,
y la espera de ofrecerte mi secreto
aún sabiendo que el presagio se cumplía.
Y has leído en mis concisos movimientos
pretensiones de alcanzar con una mano
el cayado al que intenté siempre agarrarme,
y que nunca fue lo firme que esperaba.
Cual boceto coloreado de un infante,
orgulloso de su logro sin ayuda,
te he postrado frente al vasto precipicio
que podrá ser mi destino irrevocable.
Sigo siendo tu pilar y tu pupila.
Y tal vez lleves razón si lo presientes...
pero ahuyenta el temor a que me olvides
la obviedad de que aún no me has perdido.

Ana Mª Álvarez ©

miércoles, 1 de abril de 2009

EL SECRETO

Me adentré, pérfidamente, en el abismo de tus ojos,
empañados por la noche y por oscuros secretos,
una extraña nebulosa me impedía visionarte,
y una niebla amarga y densa me apartaba de tu lado.
¿Qué escondes que no adivino ni con runas ni con cartas?
¿Qué tienes en tus adentros que te cambia la mirada?
Por mucho que abrirte quise el portalón de mi alma
no traspasaste el dintel para buscar mi cobijo.
Y cuando la noche ingrata descendió sobre tus ojos
y me contaste el secreto que tu alma devoraba,
mi pecho, cristal tallado, se fragmentó en cien espinas,
derramadas en el suelo de tu abandonado ático.
Ya sólo pude abrazarte, retenerte en mi regazo,
tragarme la furia inmensa que corroía mis entrañas,
para que no percibieses el dolor que me mataba,
mientras besaba tus ojos y me bebía tus lágrimas.

Ana Mª Álvarez ©

sábado, 28 de marzo de 2009

viernes, 27 de marzo de 2009

TUMBA -Con recitado-

Habitación de hotel (1931) Edward Hopper
Óleo sobre lienzo 152,4 x 165,7 cm. -
Museo Thyssen-Bornemisza


En esta tumba,
en esta habitación que no posee
ni cuadros ni recuerdos familiares,
aquí,
con mi memoria,
no puedo recordarte.


En esta cama fría,
tan vacía de mi y de tu cuerpo,
engaño al sueño de haberte tenido
con la mismísima sombra de tu negra sombra.

Viviendo esta muerte
agonizo cada día un poco menos,
y un poco más, vacío mi vacío,
aquí,
en esta tumba,
en esta cama fría...

más vacía sin ti, y más llena de ausencia.

Ana Mª Álvarez ©


Si quieres escuchar el poema, pulsa play en el reproductor.

jueves, 26 de marzo de 2009

POEMAS RECITADOS

La voz en los poemas es importante para el significado de los mismos. Un buen rapsoda puede hacer de unos versos ramplones, una interpretación tan sublime, que hasta parezcan dichos versos de una calidad mucho mayor de la que en realidad poseen. Por el contrario, una mala interpretación, destrozaría la mejor composición poetíca antes jamás recitada.

Rafael Alberti, Juan Ramón Jiménez, Vicente Aleixandre... y muchos más poetas tanto clásicos como modernos, nos han dejado el legado de su voz. Escuchar a Antonio Gala o a Luis García Montero recitando sus versos, es la mejor manera se entender su obra, de sentir cómo enfatizan y sienten cada momento, cada sílaba, cada letra. Porque nadie como el creador de un verso alado, que tras nacer, revolotea hasta posarse en el papel y se hace libre, sabe cómo acunar con su voz -mejor o peor- cada mimoso trozo de su ser que ha dejado entre morfema y morfema.

Es por ello que me he atrevido, y me atrevo, a iniciar un nuevo apartado, recogiendo mis versos recitados por mi misma. En un tiempo no muy lejano, comencé a hacerlo por entretenimiento, con pocos medios y mucha voluntad; y a raiz de empezar a hacer un programa de poesía en "radio41ypico" en internet, durante varios años, me aficioné a seguir grabando poemas tanto míos, como de otros poetas, tanto clásicos, como noveles.

Espero que esta sección sea de vuestro agrado.

martes, 24 de marzo de 2009

LO QUE ERA Y LO QUE SOY

Era un ciprés mi cuerpo, alargado y moribundo,
rozando cielos nublados con la punta de mi copa,
casi sin savia en las hojas, muertas de melancolía,
habitado únicamente por nidos de negros cuervos.
Era mi alma un desierto, de oscuras dunas vacías,
abrasada por recuerdos de un sol quimérico y frío
donde la arena se mueve formando castillos huecos
morada de mil serpientes y escorpiones agresivos.
Eran mis ojos dos lunas opacas de espejos rotos
donde al mirar sólo habían agrisadas nebulosas,
ni una imagen, ni un destello, sólo dolor y negrura,
y una ventana cerrada con desgarradas cortinas.
Y la noche en que la que el viento me trajo tus tempestades
transformaste mi tristeza en alegre melodía,
haciendo de mi un almendro que te regaló mil flores,
y posáronse en mis ramas dos alondras y un jilguero.
Nació en mi alma un oasis, un vergel; y un riachuelo
purificó mis sentidos adulterando mi sangre,
haciendo de ella un zumo con la esencia de tu risa,
que recorre mis arterias invadiendo mis entrañas.
Y mis ojos ya no miran nada mas que por tus ojos,
porque te has quedado en ellos abriendo nuevas ventanas,
convexas y cristalinas, por donde entra la luna
a mirarse en un océano de olas de espuma blanca.
Quédate conmigo ahora...
Transforma con tus palabras el resto de mis sentidos,
conviérteme en mariposa, clávame en cartones negros
y colócame en un cuadro que te adorne las paredes.
Haz conmigo lo que quieras, pero no me dejes sola.

Ana Mª Álvarez ©

sábado, 21 de marzo de 2009

DÍA MUNDIAL DE LA POESÍA

“Como un día de catarro, que llega de repente y sólo quieres que se acabe la tiritera, los fríos y calores, como ese no poder respirar, porque notas que te asfixias, y sobre todo porque no puedes soportar esa interminable cantinela que familia y amigos repiten insoportablemente: “no te preocupes, con un paracetamol y un poco de leche caliente, se te pasará pronto”… Por todo eso, hay días que son insufribles.

Pero no porque te sientas mal, y es cierto que te sientes. La realidad es que no puedes soportar con la facilidad que los otros solucionan lo que para ti en este momento te fastidia, o te puede estar fastidiando. Porque ellos no saben que tú has hecho planes, querías haber salido a un café-bar donde iban a hacer una tertulia poética-literaria, y llevabas poemas para recitar (cosa que te hacía tremenda ilusión); además, iba a participar un cuentacuentos que, por lo que tenía entendido, lo hacía muy bien y llevaba tiempo a la espera de verle en directo. Entraba también en mis planes (dichoso catarro y dichosa la fiebre que me ha tirado a la cama), haberme acercado a la Biblioteca Nacional, y a diferentes librerías, donde (¿cómo no?) hacen sus alardes magistrales de amiguismos con los poetas invitados, para que reciten sus versos. Nadie entiende que al final, ni sales, ni ves nada, estás con el cuerpo como si sobre él te hubiese pasado una apisonadora, y ni Día Mundial de la Poesía, ni nada…”



En realidad, esto no deja de ser una pequeña historia para enfocar el día 21 de marzo desde un punto de vista diferente. Cuando la UNESCO decidió proclamar este día como Día Mundial de la Poesía, lo que no sabía es que ya, para muchos de nosotros, no sólo lo era un día, sino todos los días del año. Y no por escribir uno, dos, cien poemas; sino porque, es parte de nuestra esencia y de nuestra existencia. Que no nos digan que es un día para homenajear o conmemorar , y que así se honran los valores humanos y la hermandad entre este arte y los demás (la danza, la pintura, la música); pero aunque quieran acercarla, cosa muy lícita pues hay que “enseñar al que no sabe” y abrir nuevas fronteras a esta pequeña joya que, desgraciadamente, es el disfrute de unos pocos, que afortunadamente somos muchos, siempre seremos los “hermanos pobres” de las demás “artes”. La poesía es un “modus vivendi” y aún no se ha podido definir, por mucho que se quiebren la cabeza los sabios y eruditos.
Somos muchos, muchos, para disfrutar de éste y de muchos más días como este, aunque no sean 21 de marzo.


Ana Mª Álvarez ©

jueves, 19 de marzo de 2009

ENMUDECES

Enmudeces,
tiñes con tu luna el desgranado
recuerdo que pesó sobre tu cuerpo,
sobre tus sábanas de aire,
sobre la cama que no es tuya.
Sólo tuyo es el silencio,
silencio de murmullos interiores,
voz callada que reposa
en el lecho de tu calma.
Hoy es melancolía -no mañana-
que trepa como hiedra por tus sienes.
Hoy es hoy, mañana es tarde.
Tantas palabras por decir,
tantas que escuchar...
Y enmudeces.

Ana Mª Álvarez ©

martes, 17 de marzo de 2009

OTOÑO

Es otoño, fuera llueve. Las calles se han encharcado
de hojas secas y grises, de árboles ya desnudos,
las aceras se convierten en tristes museos muertos,
de vestigios, antes verdes, de vida sobre las ramas.
Los suspiros van viajando, sin maletas ni equipaje,
en manidos autobuses, y sin billete de vuelta;
el sol se hace candil, escondido tras las nubes,
y se duermen las estancias, antes repletas de brillos.
Se han congelado las olas, esperando otro verano,
y ahora el frío se adueña de mi piel entumecida.
Y te espero entre las hojas ocres de árboles ocres;
tengo frío, dame abrigo, fuera llueve. Es otoño.

Ana Mª Álvarez ©

sábado, 14 de marzo de 2009

Y ME TRAERÁN FLORES... (RELATO)

Tanto tiempo en este lugar me hace pensar que el final está cerca. Lo intuyo. No puedo explicar por qué, pero de alguna manera lo presiento. Parece extraño. Me he ido acostumbrando a esta oscuridad, aunque no puedo recordar si siempre fue así. Realmente desconozco el principio y cómo llegué hasta aquí, cómo empezó todo; mi memoria flaquea, viene y va como si no fuese mía, como si nunca hubiese sido completamente mía, como si no me perteneciese, como si sólo fuese un vaivén pasajero que me abandona durante horas muertas. Quizá en esas horas duermo. O hacen que duerma… porque sé que debe haber algo ahí fuera, no sé quién o quiénes, no sé nada, pero lo percibo, y noto cómo me observan, incluso cómo hablan sobre mí como si fuese un extraño. ¡No soy un extraño! ¿Acaso porque no puedo hablarles lo soy? Ellos deben ser los extraños, que me estudian como a un bicho raro sin importarles realmente mi estado. Y me mantienen aquí, entubado, a oscuras, analizándome de cuando en cuando. Y yo, sin poder decir ni una palabra. ¡Que hagan algo por mí! No sé cuánto tiempo más podré soportar esta situación. Si alguien me diese alguna explicación...

Eh, tú…, chica, estás muy callada, llevas aquí casi el mismo tiempo que yo y nunca me dices nada. Ni siquiera sé tu nombre ¿Eres tímida o se te comió la lengua el gato? ¿No me respondes? Eres una aburrida, lo único que haces es cambiar de postura de un lado al otro, despertarte y volverte a dormir, y de vez en cuando, darme la espalda. Menuda compañía me das... ¡Bah! Eres una aburrida, y ¿sabes? no pienso dirigirte la palabra nunca más. ¡Sigue durmiendo, niña tonta!

Me da igual que no me hable ese tipo, no lo soporto. Lleva meses siendo un insoportable, creyéndose el amo de todo lo que le rodea ¡hasta intenta invadir mi espacio y mi intimidad! Yo no quiero problemas, me gusta la tranquilidad, me gusta el silencio, y la oscuridad me hace dormir bien. Creerá el pobre iluso que yo no me angustio estando entubada, casi inmovilizada, y cada vez más incómoda… pero yo no soy tan quejumbrosa como él. Yo no temo el final de este suplicio. Soy mucho más fuerte que ese infeliz, aunque piense lo contrario. Seguiré sin hablarle, así no perderé la calma. Tengo mucho más temple que él, aunque no lo demuestre.

La dormilona sigue dándome la espalda. Estoy acostumbrado a ella y a todo esto que yo llamo silencio, aunque no es un silencio completo, porque siempre hay algún ruido, sonidos que siempre han estado y, que de tanto escucharlos, forman ya parte de nuestra cuenta atrás. Llevo días muy molesto, las uñas me han crecido demasiado y tengo el rostro algo sensible y velludo. Temo pasarme las manos por la cara por temor a hacerme daño, pero ese picor en la piel produce en mí un irreprimible deseo de tocarme. La chica cambia mucho de postura, la noto inquieta, pero sigue sin decir nada. Se mueve y se mueve, como si le doliese algo, como si ninguna posición le fuese cómoda, y como no nos hablamos, la miro, y me callo. A mí me pasa igual, pero yo no puedo dejar de quejarme, porque es como si necesitase espacio, como si me faltase algo que no llego a dilucidar qué es; y doy mil vueltas, y me retuerzo, y me fatigo tanto que me da la impresión de estar haciendo un esfuerzo sobrehumano. Pero todo es en vano. Ambos tenemos limitaciones, ahora somos plenamente conscientes de ello. De no tenerlas, no estaríamos donde estamos.

Estoy perdiendo la noción del tiempo, he engordado, y ella parece que también. Quizá nos hayan medicado. Por cierto, ya no puedo llamarla dormilona como antes hacía, pues ahora siempre está despierta. Y además, extrañamente, ya no tengo vello en el rostro, mas no puedo recordar si alguien me lo rasuró, y de ser así, cuándo.

Todo es diferente ahora. La estancia resulta cada vez menos acogedora, más asfixiante y más insoportable. Noto cómo la chica me mira de reojo, pidiéndome ayuda, suplicante, en silencio, orgullosamente callada. En el fondo me da pena, ambos estamos pasando el mismo trance. A fin de cuentas, yo tampoco le digo nada, ya hace mucho que nos hemos negado la palabra y la mirada. Aunque tal y como están las cosas, si esta cuenta atrás sigue así, tendremos que aliarnos para enfrentar juntos el final de esta interminable agonía. Todo tiene un principio y un fin. No sabemos cómo fue que llegamos aquí, pero el final se acerca. Está demasiado cerca, y ambos lo sabemos… Tengo miedo. Ella también tiene miedo. Aunque no diga nada, lo leo en sus ojos.

Este chico no deja de moverse y agitarse, sus quejidos parecen los maullidos de un gato, y empiezo a ponerme nerviosa. Recuerdo que al principio estábamos separados, cada uno tenía su lugar, nos veíamos desde lejos, pero casi sin darnos cuenta, hemos acabado lado a lado. Eso me desconcierta. Seguramente nos han desahuciado, y por eso estamos ahora más aislados y más juntos. Tal vez para no contagiar a nadie. No entiendo nada, quizá todo lo que pienso sean suposiciones mías... Sólo sé que le miro, creo que él también me mira, incluso en algunos momentos parece que va a pronunciar una palabra. Pero se calla... ¿Y si le digo algo? Sí, le voy a hablar. En este mismo momento lo voy a hacer. Debemos buscar una solución a este encierro, dialogar, llegar a un acuerdo. Hacer un pacto. Hacerlo ya.

La chica lleva razón: si yo, que soy más voluminoso que ella, trato de abrir esa puerta sellada que nos enclaustra en esta sala oscura y aislada de todo, con mi fuerza lo lograré y ella podrá seguirme. Aunque eso puede significar la muerte: desgraciadamente ese maldito tubo que nos ha tenido atados y ha sido nuestra fuente de alimento, a buen seguro se romperá en nuestra huida. Pereceremos en el intento. Aun así, hemos de perseverar y no perder las esperanzas. Tenemos tan poco espacio… No importa. Empecemos pues, empujemos, retorzámonos, usemos todo nuestro cuerpo para romper esa única salida sellada que nos atrapa en esta asfixiante sala oscura. Ya está cerca el final, amiga mía, ¡por fin vamos a dejar de sufrir! Todo está acabando. Y en breve ya no habrá nada, no existirá nada, no recordaremos nada. Esto nunca habrá sucedido porque ya no volveremos jamás aquí, y nadie podrá saber cuánto hemos padecido, y ni siquiera nos traerán flores.…

§ § §

Cariño, ¿cómo te encuentras? Estás guapísima. He hablado con el doctor y me ha contado que todo ha salido a la perfección. Los niños son preciosos. Luis no deja de llorar y es muy inquieto, y Esperanza duerme mucho y plácidamente. ¿Sabes? El parto ha ido así de bien porque los pequeños han ayudado mucho. Seguro que estaban deseando conocer a su maravillosa madre. ¿Te he dicho que te quiero? ¿Y te he dicho que estás guapísima? Sí, eso ya te lo había dicho, pero es que lo estás. La habitación parece un jardín con tantas flores. Aún queda un pequeño hueco, así que dejo aquí estas rosas que he traído para ti.

Ana Mª Álvarez ©