El veneno alimenta la noche de las velas,
el humo del incienso que perfuma el entorno
reviste densamente mi piel entumecida
de tanto falso abrazo y palabras vacías.
No queda de la hoguera ni cenizas sombrías,
ni restos de las llamas, ni ramas carcomidas,
sólo queda la piedra que no late en mi pecho
y el veneno en los labios que besaron tu trampa.
La noche en que las sombras derritan los espejos
estaré aguardando, como astuta casandra,
acechando tu aliento, divisando tus pasos,
hasta que abras, silente, tu negra caja negra.
Allí donde presumes atesorar corales,
cuarzos llenos de brillos y metales preciosos,
no habrá más que mentiras, habrá... no, no habrá nada,
nada existe en el pecho de una estatua de mármol.
Por eso he celebrado con incienso y con mirra
el gran conocimiento de tu lleno vacío,
guarda tu arcón, la llave, mentiras de hojalata,
huye de los espejos que no muestran tu imagen.
Que ya la noche incierta, es cierta en el olvido,
después de haber quemado tu madera de sauce;
yo, medusa nocturna, te dejaré de piedra,
sortilegio de sueños, y veneno en tu sangre.
Ana Mª Álvarez ©
jueves, 5 de marzo de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Preciosos versos llenos de sentimiento que nos llega y toca en la fibra más sensible. Gracias Ana.
Publicar un comentario