Observo tras los cristales tu abismo de gotas frías,
las aceras, encharcadas de una neblina esponjosa,
fueron testigos del llanto, acongojado y secreto,
que han convertido mis sienes en un reloj sin agujas.
Hasta los más negros sueños que imaginarme pudiera
se filtraron sigilosos en mi negada vigilia;
en las tinieblas mordiéndome,
en la oscuridad matándome,
y tú sin poder escucharme, porque mi voz se perdía
en las esquinas redondas y los esteros del viento
de ese universo lejano, que con mis manos no alcanzo...
Y tus fantasmas me atrapan en telarañas de gasa,
les grito que no atormenten ni tus noches ni mis días.
Mientras tanto, cae la noche, con un titilar de estrellas,
y he rescatado un lucero para ponerlo en tu frente,
para que cuando resurjas de tu escabrosa negrura
llenes de luces celestes mis pérfidas madrugadas.
Ana Mª Álvarez ©
viernes, 6 de marzo de 2009
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1 comentario:
Un cúmulo sensitivo con ritmo que aumenta el calado del poema.Gracias Ana. Mariem-1-:)
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