domingo, 6 de enero de 2013

Te quiero a las diez de la mañana -by Jaime Sabines

Te quiero a las diez de la mañana,

y a las once, y a las doce del día.
Te quiero con toda mi alma
y con todo mi cuerpo,

a veces, en las tardes de lluvia.
Pero a las dos de la tarde,
o a las tres, cuando me pongo
a pensar en nosotros dos,
y tú piensas en la comida
o en el trabajo diario,
o en las diversiones que no tienes,

me pongo a odiarte sordamente,
con la mitad del odio
que guardo para mí.

Luego vuelvo a quererte,
cuando nos acostamos
y siento que estás hecha para mí,

que de algún modo
me lo dicen tu rodilla y tu vientre,
que mis manos me convencen
de ello, y que no hay otro lugar
en donde yo me venga,
a donde yo vaya,
mejor que tu cuerpo.


Tú vienes toda entera
a mi encuentro, y los dos
desaparecemos un instante,
nos metemos en la boca de Dios,
hasta que yo te digo
que tengo hambre o sueño.
Todos los días te quiero
y te odio irremediablemente.
Y hay días también, hay horas,
en que no te conozco, 
en que me eres ajena
como la mujer de otro.

Me preocupan los hombres,
me preocupo yo, 
me distraen mis penas.
Es probable que no piense en tí
durante mucho tiempo.
Ya ves.
¿Quién podría quererte
menos que yo, amor mío?

Jaime Sabines