martes, 27 de octubre de 2009

Me nombraste




















Me nombraste aquel día de junio enamorado,

sonó el eco ambarino que iluminó mi sombra,
más allá de las calles, las viejas azoteas,
las piedras, las aceras, las tristes alamedas.

Me nombraste, y me supo a menta y a canela
tu aliento entrecortado posándose en mis labios,
promesas inocentes florecieron sonoras
en el rumor del aire, en las manos asidas.

Tumultuoso baile de mi nombre en tu boca,
brotarte desde dentro, como agua de arroyo,
más allá de los sauces, más allá de las hojas
que cimbrean silentes su verde silueta.

Acaso, desde el alma, sentí que florecía
de la espina una rosa, de la noche una estrella,
de tu boca saberme que estoy viva y existo.
Me nombraste...
y tornaste mi invierno en primavera.

Ana Mª Álvarez ©

lunes, 19 de octubre de 2009

Si Dios fuera mujer - Mario Benedetti (Recitado)



¿Y si Dios fuera una mujer?
Juan Gelman

¿y si dios fuera mujer?
pregunta juan sin inmutarse

vaya vaya si dios fuera mujer
es posible que agnósticos y ateos
no dijéramos no con la cabeza
y dijéramos sí con las entrañas

tal vez nos acercáramos a su divina
desnudez
para besar sus pies no de bronce
su pubis no de piedra
sus pechos no de mármol
sus labios no de yeso

si dios fuera mujer la abrazaríamos
para arrancarla de su lontananza
y no habría que jurar
hasta que la muerte nos separe
ya que sería inmortal por antonomasia
y en vez de transmitirnos sida o pánico
nos contagiaría su inmortalidad

si dios fuera mujer no se instalaría
lejana en el reino de los cielos
sino que nos aguardaría en el zaguán del
infierno
con sus brazos no cerrados
su rosa no de plástico
y su amor no de ángeles

ay dios mío dios mío
si hasta siempre y desde siempre
fueras una mujer
qué lindo escándalo sería
qué venturosa espléndida imposible
prodigiosa blasfemia

martes, 13 de octubre de 2009

Nombrarte














Nombrarte, sólo eso, me llena de esperanza,
me renueva el aliento, me colma de ilusiones,
florece de mi boca un ramo de suspiros
que, alados, se pasean buscándote en el tiempo.

Nombrarte en mi silencio, decirte "estoy contigo",
decirte "hoy te recuerdo", decirte "no estás solo";
musitarte susurros que el aire desvanece
y que el eco del viento llevará hasta tu cama.

Nombrarte y no tenerte, pensar en los andenes,
recordar ese beso furtivo sin relojes,
nombrarte acariciando tus manos en penumbra
la noche en que escribiste poemas en mi cuerpo.

Nombrarte, sí, nombrarte, para traerte cerca,
para tenerte cerca, para amarte despacio;
que la luna nos mire y guarde este secreto,
y su luz sea la colcha que nos cubra de sueños.

Nombrarte, amor, nombrarte. Escribirte en el libro
de mi vida vacía que con tu nombre lleno,
grabar tu nombre a fuego en mi alma gastada...
nombrarte, sólo eso, ya es decirte "te quiero".

Ana Mª Álvarez @

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miércoles, 7 de octubre de 2009

Después de ti





















Después de ti la vida,
amor, tras tu mirada
de cristal y de lumbre
que se apaga.
De lenguas conjugadas
y morfemas,
metonimias y apócopes.

Después de ti la tierra,
por ti, por tus raíces,
por las hojas escritas,
por tus libros,
por tus besos floridos,
por tus versos,
-tus hijos siempre infantes-.

Después de ti mi muerte,
me pierdo sin tu alma,
fenezco si feneces,
-sí, fallezco-
pues eres vida, esencia,
tú mi aire, mi materia.
Y no quiero que ella,
-¡sí, la tierra!-
(tan sólo,
sólo yo)
te posea.

Ana Mª Álvarez ©

viernes, 2 de octubre de 2009

Madre, hoy llueve...




















Hoy llueve demasiado, los cristales se quejan,
el necio tintineo rebota en mis oídos,
silban árboles tristes sus tristes sinfonías
mecidas por el viento, sus hojas temblorosas.

Hoy llueve demasiado. Te retengo en mi mente
como el niño retiene un pájaro en su mano,
fundidas piel y pluma en un solo latido,
a cual más tembloroso. La lluvia me atormenta.

Hoy llueve y te recuerdo -no quiero recordarte-
diciéndome que vuelva a casa más temprano,
tus manos armoniosas enhebrando una aguja,
tus manos tejedoras de caricias de escarcha.

No quiero imaginarte. Ojalá y esta lluvia,
que arranca un cadencioso lamento a los cristales,
no moje tus cabellos, ni tus párpados blancos,
ni tu blanca sonrisa... ¡No quiero imaginarte!

Pero esta lluvia triste que empapa mi vacío
también cala los huesos de los que están ausentes.
Los árboles susurran tu nombre entre las hojas.
Hoy llueve demasiado.
Hoy llueve...

llueve...

llueve.

Ana Mª Álvarez ©